Me senté en mi porche trasero y leí el primer diario que escribí con regularidad cuando era adulto joven. En letras mayúsculas, escribí esto en la parte superior de una página con un corazón al lado:
“No se puede encontrar la felicidad cambiando y cambiando las cosas externas. Está dentro y siempre puede permanecer allí si trabajas en ello”.
Lo escribí hace 31 años. Hoy podría sustituir la palabra felicidad por algo un poco más definido, como seguridad interior sostenida o ecuanimidad. Pero después de décadas, estas palabras todavía hablan profundamente del corazón de lo que busco vivir y enseñar todos los días. Fortalece tu interior para vivir con mayor claridad y compasión en este mundo.
Una vez tomé una clase de hebreo y el rabino me contó una antigua historia tibetana sobre un dragón que vive dentro de nosotros. Si lo cuidamos, nos protegerá y guiará. Si no lo hacemos, realmente podemos llevarnos por un camino de decadencia. Hay muchas historias de sabiduría antigua como esta, donde aprendemos que la vida que surge del dragón que se cuida es muy diferente de la vida que surge del dragón desatendido.
La frase que escribí cuando tenía veinte años es fruto de un dragón cuidado. Empecé a cuidar de mi dragón (o del desarrollo de mi vida) después de una llamada de atención bastante intensa. Después de eso, surgieron ideas como estas. No habría escrito esa declaración cuando tenía 19 años. En ese momento, no me preocupaba mi vida y el dragón interior contaba historias de miedo que dieron lugar a una vida que no era sostenible en absoluto. Después de que desperté al poder de cuidar de mi dragón, mi vida empezó a verse muy diferente. Con años de práctica, mi autoestima aumentó; Comencé a crear una comunidad que apoyaba lo más profundo de mí; y mi conexión con la Tierra comenzó a crecer. Aprendí de primera mano que cuando se cuida continuamente al dragón (porque el desarrollo no se detiene), crea una vida muy diferente que cuando no se le cuida. Esto también puede ser cierto para una comunidad y una cultura.
Cuando una persona se ocupa de su propio desarrollo (o cuando cuida su vida en la forma única en que ésta se desarrolla a través de ella) y cuando las personas lo hacen juntas, evoluciona una comunidad orientada al cuidado del dragón. Cuando una comunidad tiende a su desarrollo, surgen nuevas formas de estar juntos (los principios de interdependencia y emergencia del sistema vivo). Estas nuevas formas se alinean con el mundo no humano porque nos orientamos en torno al cuidado de la Vida, tal como lo es la Tierra. Poco a poco, con el tiempo, comenzamos a recordar que no estamos separados de esta Tierra, sino que le pertenecemos en gran medida a ella y a esta vida. Colectivamente nos comportamos de manera diferente, surgen nuevas oportunidades y nuestras prioridades cambian. De ese dragón colectivo nacen culturalmente nuevos frutos.
La historia colectiva dominante está tambaleándose. Creo que es obvio que estamos viviendo una historia que no es sostenible y, por tanto, no regenerativa. Necesitamos una nueva historia, una que en realidad no sea nueva, sino antigua. Una que ya están practicando aquellos que están marginados por nuestra vacilante historia dominante. En estos días, presto atención a quién cuida al dragón en medio de circunstancias extremas, social y ecológicamente, y aprendo de ellas.