La vida es impredecible y puede llevarnos a lugares crudos y vulnerables sin previo aviso. La muerte de uno de los padres, una enfermedad potencialmente mortal, una adicción o la pérdida de un trabajo a menudo pueden dejarnos en un terreno emocional muy diferente. No tenemos la opción de cuándo, si y cómo ocurrirán estas situaciones en nuestras vidas, pero sí podemos elegir qué tan profundamente deseamos involucrarnos en la fragilidad de estas experiencias humanas. Cuando elegimos bailar plenamente con cada experiencia, comenzamos a conocer en nuestros huesos el aprendizaje rico y texturizado que surge al sumergirnos en la profundidad de esa experiencia.
Conozco la vulnerabilidad porque la vida me dirigió hacia ella, muchas veces sin previo aviso. Y aunque su paisaje es tan variado como cada uno lo describe, es el lugar donde me siento más vivo y honesto. Cuando estoy alineado con la verdad del momento, puedo sentir los latidos de mi corazón. Sé que estoy vivo. Es desde este lugar inestable que recibo poder, con los pies firmemente plantados en el amor que surge al aceptar plenamente mi vulnerabilidad.